martes, 20 de marzo de 2012

Arriba, el Cielo


El Juicio Final (Miguel Ángel)
Casi todas las creencias y religiones prometen un "más allá" o "después de la vida". Habitualmente se lo llama Cielo, o Paraíso, aunque tiene otros nombres. Suele describirse como un lugar de belleza, paz y felicidad absolutas. Se dice que es eterno o intemporal, que allí nos encontraremos con nuestros seres queridos ya fallecidos, a la vez que todo mal que nos aqueje desaparecerá y toda duda tendrá respuesta. Es decir, un lugar al que vale la pena ir.

Aparentemente, la palabra paraíso proviene del iraní antiguo, donde hacía referencia a un lugar cerrado. Posteriormente, la influencia del acadio y el elamita la relacionó con los jardines y zoológicos reales, comunes en castillos y palacios. En el griego aparece como “parque de animales” y en el Viejo Testamento hebreo, donde se la menciona en varias oportunidades, se la ha interpretado como parque, jardín o huerto. En la Biblia griega, traducción griega de los textos hebreos y arameos, se usa la palabra griega parádeisos y es de ella de donde deriva el uso actual de Paraíso como Jardín del Edén, significado transferido luego a Cielo.

En el Nuevo Testamento cristiano se usa paraíso en el mismo sentido que en el judaísmo contemporáneo. Más adelante, sin embargo, tanto Ireneo (130–202) como Orígenes (185–254), hicieron una distinción entre Cielo y Paraíso. Para el primero, los buenos y justos irían al Paraíso, mientras que el Cielo –aparentemente un lugar aun mejor que aquel, de más felicidad y más cercano a Dios– estaría reservado sólo a quienes realmente lo merecieran. Para Orígenes, en cambio, todos tendrían acceso al Cielo, pero recién después de pasar por el Paraíso, que él interpretaba como una especie de “escuela de almas” terrenal donde se las preparaba para el ascenso al Cielo.
Rosa Celeste (G. Doré)

En el Islam, la palabra Paraíso (en árabe: Yanna, jardín) se usa para describir un lugar de placer infinito, lleno de bellezas y recompensas inimaginables, Al mismo podrán acceder, después de la muerte, quienes rezan, donan a la caridad, leen el Corán, creen en Dios, los Ángeles, Sus libros revelados, Sus profetas y mensajeros, el Día del Juicio, el Más Allá, y siguen Su voluntad en sus vidas. La palabra Cielo, por su parte, se usa para describir el Universo, aunque también se utiliza para describir el cielo en el sentido literal.

Los Testigos de Jehová, por su parte, creen que el propósito de Dios es llenar la tierra de la descendencia de Adán y Eva como guardianes de un Paraíso global. Adán y Eva, sin embargo, se rebelaron contra Jehová y fueron expulsados ​​del Jardín del Edén. Los Testigos también creen que la gente mala será destruida en el Armagedón y que muchos de los justos (los fieles y obedientes a Jehová) vivirán eternamente en un Paraíso terrenal.

Para el mormonismo, o Movimiento de los Santos de los últimos Días, el término paraíso hace referencia al lugar donde moran los espíritus de los justos después de la muerte, en espera de la resurrección. Por el contrario, los malos y los que todavía no han aprendido el evangelio de Jesucristo esperan la resurrección en una prisión espiritual, un estado temporal en el que a los espíritus se les enseñará el evangelio y tendrán la oportunidad de arrepentirse. Después de la resurrección universal, todas las personas serán asignadas a un reino, o grado de gloria, particular. Esto también puede ser llamado paraíso.
Escalera del Ascenso Divino

En el budismo existen varios paraisos, todos los cuales siguen siendo parte del samsara, o realidad ilusoria. Aquellos que acumulan un buen karma pueden renacer en uno de ellos. Sin embargo, su estancia en el cielo no es eterna, eventualmente van a gastar su buen karma y renacerán en otro reino, como humanos, animales u otros seres. Como el cielo es temporal y parte del samsara, los budistas se centran más en escapar del ciclo de renacimientos y alcanzar la iluminación (Nirvana).

Así es que, en suma, el Cielo de las religiones parece ser un destino muy deseable. Sin embargo, incluso los más creyentes son renuentes a dirigirse a él. Simplemente, nadie quiere morir. Nuestro instinto de supervivencia no desaparece tan fácilmente. Tampoco queremos que nadie cercano a nosotros muera, incluso si creemos que va a un lugar mejor. Esta creencia, por supuesto, nos puede dar algo de consuelo, pero de todas formas hubiéramos preferido seguir teniendo a nuestros seres queridos con nosotros.
Paraíso (L. Cranach)

A pesar de lo atractivo que pueda parecer el Cielo, ninguna religión ve con buenos ojos el suicidio (¡menos mal!) ni el homicidio (de nuevo, ¡menos mal!), excepto cuando Dios “llama” a sus fieles a dar sus vidas o a tomar las de otros, por ejemplo, en guerras santas, campañas de conquista o inquisiciones. Esta estrategia ha sido usada por incontables políticos y líderes militares y religiosos, ordenando a sus tropas a pelear y morir “por Dios”, ya sea como técnica de manipulación, discurso motivacional o porque realmente lo creían. ¿Cuántos de ellos realmente hablaban por Él? Claramente, ninguno.

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